Planetario

Función

Como en el primer apartado de esta página, donde mostramos que el kit AstroTES es el corolario de más de 20 años (25 ya) de actividades de enseñanza de la astronomía para personas ciegas o con baja visión, la idea de una función de planetario para este público es también, algo madurado durante mucho tiempo.

En 2000 hice mi primer acercamiento al tema, pensado para mi ciudad, Mar del Plata, y en 2004 hice mi primera propuesta de función acústica para el Planetario de la ciudad de Rosario, Argentina, con el que por estos meses, y luego de mucho andar, lo estamos haciendo realidad. Así que como esta es una actividad desarrollada en conjunto debo agradecer primeramente a todo el personal del Complejo Astronómico Municipal de Rosario, por su dedicación, compromiso y por la generosidad de permitirme compartirlo con todos los otros planetarios que quieran aprovechar este material.

Quizás las particularidades del público al que va dirigido exijan que la estructura de la función sea más flexible que en otros productos similares. La idea es presentarla en varios bloques:

  1. Cielo nocturno
  2. El Sol
  3. Sistema Solar a escala
  4. Marte extensión
  5. El Sistema Solar en la galaxia y más allá

Con este esquema pretendemos ofrecer una opción flexible para cada experiencia de grupo. Por diferentes intereses, particularidades que condicionen los tiempos de atención u otras variables, se podrá optar por un esquema completo (1+2+3+4+5) o bien un hilo principal (1+2+3+4), se podrán quitar alguno de los módulos principales o los contenidos secundarios sin que la función pierda coherencia.

A continuación dejamos los audios de cada uno de los bloques de la función:

Guión

En caso de que, a quien le interese la función y por diferentes razones, requiera grabar nuevamente los audios, les facilitamos a continuación el guión del mismo.

Hay que tener en cuenta del mismo modo, de que se trata de una función basada en dos sistemas de material didáctico, primeramente un relato hiper-descriptivo acompañado de sonidos que complementan los conceptos; por otro lado un complemento táctil con maquetas que oportunamente, en cada uno de los bloques, serán ofrecidas por el personal del planetario para ayudar a los asistentes a tener una mejor experiencia educativa.

1. CIELO NOCTURNO

Estamos en la ciudad de Rosario, a orillas del río Paraná, un camino de agua que desde siempre ha unido a Brasil, Paraguay y Argentina. Otra cosa que los une es su cielo, oscuro por las noches lejos de las grandes ciudades y poblado de pequeñas luces intermitentes, de distintos brillos y colores, las estrellas.

Las estrellas siempre nos llamaron la atención. Aun cuando las pocas decenas que se puedan ver desde una ciudad, o incluso las miles que se disfruten en un campo oscuro no llegan a brillar, todas juntas, tanto como la Luna. En la antigüedad, los pueblos navegantes se guiaron con ellas para recorrer los mares, cada cultura, las agrupó según dibujos inventados asociados a bellas historias. Si eran pescadores, esos pueblos poblaron el cielo de barcos, peces y redes, si eran cazadores, imaginaron arcos, flechas y presas. El cielo nocturno, según quien lo describía, pasó a tener dioses, animales mitológicos y animales de todo tipo, esas son las constelaciones.

Alrededor del año 150 antes de Cristo, un astrónomo griego llamado Hiparco, desde su observatorio en la isla de Rodas, se dio cuenta que no todas las estrellas tienen el mismo brillo. Quizás muchos antes lo habían notado pero él fue el primero en intentar catalogarlas, dividirlas, clasificarlas según ese brillo. Confeccionó un mapa con poco más de mil estrellas divididas en 6 categorías que llamó magnitudes.

Ahí Hiparco se equivocó. La palabra magnitud viene de “magno”, grande, porque creía que las estrellas que veíamos brillar más eran más grandes que las que mirábamos con un brillo menor. Hoy sabemos que el brillo de una estrella se debe a la energía que emiten, a su tamaño, y sobre todo a la distancia que cada una de ellas está de nuestro planeta. Pero aun así seguimos usando las magnitudes de Hiparco.

Siempre hablando de las estrellas que vemos a simple vista, sin la ayuda de binoculares ni telescopios, para las estrellas de magnitud 6 tenemos que tener un cielo limpio, oscuro, de otra manera no las veremos. Las de magnitud 5 serán unas 2,5 veces más brillantes que las de 6 y las de magnitud 4, 2,5 veces más brillantes que las de 5. Si les otorgáramos sonidos, para hacer más accesible nuestro recorrido de hoy, a las estrellas que apenas podemos ver a simple vista les daríamos 10dB, que corresponde también al umbral de audición. Y podríamos ir subiendo magnitud a magnitud, de a 10 dB, si bien es técnicamente exagerado, nuestros oídos no son tan precisos como los ojos.

Así, las estrellas de magnitud 5 las escucharemos con 20 dB, las de magnitud 4 con 30dB, las de magnitud 3 con 40 y llegaremos a las estrellas de magnitud 0, las más brillantes del cielo, representadas en nuestra escala con 70dB, el volumen que usamos en una charla normal para escucharnos con claridad, aunque claro está, todo se encuentra amplificado en esta charla, dentro del planetario.

Las estrellas también tienen diferentes colores. Si bien a la mayoría las vemos como puntitos blancos titilantes, algunas se nos presentan de color rojo y a esas les daremos un tono grave, otras estrellas azules las representaremos con un tono agudo y a las blancas, que en definitiva son la sumatoria de todos los colores, aquí las escucharemos en un tono neutro.

Con este nuevo acuerdo, ¡vamos a escuchar al cielo!

Una noche de verano en Rosario, es una preciosa oportunidad para disfrutar del cielo. Por encima del espejo del río, encontraremos, quizás, la constelación más conocida: Orión, el gigante. En el medio las Tres Marías, tres estrellas brillantes, azules, bastante juntas en el cielo a menos de un dedo de distancia entre ellas (tres sonidos, dos de 60dB y el tercero a 70dB) en realidad tienen nombres árabes, se llaman Alnilán, Alnitak y Mintaka.

Rodeándolas, en forma de rectángulo, como si de una caja de zapatos se tratara, otras cuatro estrellas completan las principales de esta constelación. Abajo, a la derecha, Betelgeuse (sonido de 75db - grave), una gigante roja que si se encontrara en el lugar del Sol llegaría, casi, a la órbita de Júpiter habiendo devorado entre sus capas de gases calientes a Mercurio, Venus, la Tierra y Marte. A su izquierda, Bellatrix (sonido de 60db) y en los otros extremos Rigel (sonido de 60dB) y Saiph (sonido de 60dB). En esta zona del cielo, en la constelación de Orión, encontramos muchas hermosas nebulosas, de brillantes colores a la mirada con telescopio pero no es la única forma en que podemos verlas.

Hoy la astronomía es una ciencia de lo invisible. Los objetos celestes además de emitir luz visible emiten muchas otras ondas que el ojo humano nunca puede ver: rayos X, ultravioleta, infrarrojo, ondas de radio. Es interesante saber que aún la visión humana en perfectas condiciones no puede interpretar más del 2% de toda la luz del espectro. Estudiamos el cielo con telescopios que ven igual que nuestros ojos, pero también hay instrumentos que captan el ultravioleta; el infrarrojo, con ellos podríamos decir que estudiamos el calor de los objetos celestes. Tenemos telescopios de rayos X, le sacamos radiografías a las galaxias y tenemos radiotelescopios, esas ondas de radio, en algunas oportunidades pueden traducirse a sonidos, dándole un tono diferente a cada uno de los elementos químicos que descubrimos, por ejemplo, en la Nebulosa de Orión, así se escucharía (audio nebulosa de Orión según sonificación de ALMA).

A la izquierda de Orión, tenemos a la constelación de Tauro, y en ella a la estrella Aldebarán, otra gigante roja (sonido de 75db - grave), el ojo sangrante del toro. También encontramos dos grupos de estrellas, en forma de enjambre, son los llamados cúmulos de estrellas. Uno de ellos, las Pléyades, tiene cientos de estrellas pero sólo 6 o 7 se ven a simple vista y por ello, también se las conoce como las Siete Hermanas, o los Siete Cabritos (siete sonidos de entre 20 y 40 dB).

Más arriba en el cielo encontraremos a Sirio, la estrella más brillante del firmamento (sonido de 85db) y a Procyon (sonido de 75dB) la sexta, en esta escala.

Hacia el sur, nos encontramos con el Centauro, un ser de la mitología griega, con cuerpo de caballo y torso humano. La estrella más brillante de esta constelación, Alfa Centauri (sonido de 65dB), también es la estrella más cercana al Sistema Solar, a sólo 4 años y 4 meses, viajando a la velocidad de la luz, de 300.000 kilómetros por segundo. Cerca de ella, Beta Centauri (sonido de 20dB) y más allá, entre las patas delanteras y traseras del Centauro, la constelación más emblemática de nuestro hemisferio, la Cruz del Sur.

Como su nombre lo indica, la Cruz del Sur está formada por cuatro estrellas principales en forma de cruz (dos sonidos de 20dB y dos de 30dB). Antes de la llegada de los españoles a América, cuando los pobladores de estas tierras no conocían el catolicismo y por ende, una cruz realmente no era algo relevante, imaginaron que allí había una pisada de ñandú. Unieron las mismas estrellas a las que hoy llamamos cruz del sur, pero en su imaginación, representaban sus puntas los cuatro dedos de la huella de un ave. Aún más poético, para muchos pueblos andinos no se trataba de cualquier ñandú, sino de un viejo jefe tribal, ascendido al cielo para guiar a su pueblo. Aún hoy nos guía, si trazamos imaginariamente el segmento que une a las dos estrellas más separadas del conjunto, en la misma dirección de la más externa, cuatro veces y media y desde allí unimos ese punto del cielo con el horizonte, encontraremos aproximadamente el punto cardinal sur. La Cruz del Sur fue guía de navegantes y exploradores, de curiosos aventureros, caminantes nocturnos con sus mentones elevados al cielo, como hoy nosotros, intentando desentrañar sus secretos.

1.1. EL SOL

Pero miremos en detalle a la estrella que más conocemos, y de la que depende toda la vida en la Tierra, el Sol. Como todas las estrellas, es una enorme esfera de gases muy calientes, hidrógeno y helio en su mayoría, tan voluminoso que entrarían un millón y medio de planetas Tierra dentro de él.

Es en el núcleo donde suceden los procesos que hacen brillar al Sol. A una temperatura de 15 millones de grados, y a enormes presiones, los átomos de hidrógeno se fusionan de a pares formando átomos de helio. En el proceso, se liberan fotones, luz, y rayos gamma, calor, como también otras partículas menores.

Luego viene una zona radiactiva, en ella, los fotones que se habían formado en el núcleo, comienzan a rebotar con todo el gas a su alrededor, retrasando su salida al exterior de la estrella. Pueden estar 100.000 años aquí.

La última de las capas internas es la zona convectiva. Columnas de gas caliente se acercan al borde de la estrella, se enfrían y vuelven a entrar generando olas de flujo constante.

Ya en el exterior, a la capa superficial la llamamos fotósfera. Es delgada, no tiene más de 300km de espesor, lo que en una esfera de 1,5 millones de kilómetros de diámetro es muy poco, granulada, cada uno de estos grumos en los que se agrupa el gas tiene un tamaño comparable a la distancia entre Rosario y Buenos Aires. La temperatura de la fotósfera es de unos 6.000 grados, también tiene zonas más frías, las manchas solares, donde un termómetro marcaría, solamente, unos 4.000.

2. EL SISTEMA SOLAR A ESCALA

Todo es grande en la astronomía, todo está muy lejos para nuestras escalas cotidianas. Cuando abrimos un libro de Astronomía, que se refiera, por ejemplo, al Sistema Solar. ¿Hasta dónde llegamos a entender esos números seguidos de tantos ceros? Al leer estas cifras, difícilmente nos daremos cuenta de que tan grande es Júpiter o qué tan lejos está la Tierra del Sol. Para llegar a dimensionar las distancias y diámetros de los cuerpos que nos acompañan en el Sistema Solar, reduciremos sus cifras a otras que sean más accesibles y así, fácilmente, las relacionaremos con cosas que manejamos todos los días. Por eso vamos a tomar una sola escala, es decir, vamos a dividir el tamaño de los planetas por el mismo número que lo haremos con su distancia al astro rey. Así pues, nos quedará un Sistema Solar capaz de caber dentro de una ciudad.

En el centro el Sol, de unos 65 cm de diámetro, lo ubicaremos en el Planetario, y desde allí comenzaremos un viaje por el Sistema Solar donde tal vez este su casa.

A unos 27 metros de nuestro punto de partida se encuentra Mercurio, una pequeña pelotita de 0,2 cm (2mm) totalmente dominada por ese enorme globo gaseoso que es el Sol y que por ahora tenemos muy cerca. Nuestro siguiente encuentro será con Venus, estamos a 50 metros de nuestra estrella, y quien en realidad es un bellísimo disco cubierto de nubes se nos presenta en nuestra escala como un insignificante cuerpo de apenas 0,56 centímetros. A 70 metros de nuestro punto de partida, estamos en el lugar que ocupa la mismísima Tierra, nuestra casa. Pero no se desilusionen mucho, en nuestra escala será sólo una esfera de 0,6 cm de diámetro (un diámetro 110 veces más chico que el del Sol, y si pensamos en volumen, entrarían precisamente un millón y medio de planetas Tierra en nuestra estrella). ¿Y la Luna? Una esfera de 0,15 cm; girando alrededor de la Tierra a una distancia de 21 centímetros. Después de todo esto si nos sirve de consuelo (ya sé que no, yo lo he intentado más de una vez) pensemos que todos nuestros problemas transcurren en un lugar casi microscópico del Universo.

¡Y ahora sí! La ansiada visita a Marte, el planeta rojo, podremos hacerla esta misma tarde llegándote a 115 metros de nuestro Sol, claro que lo único que vamos a encontrar es una bolita de 3mm, acompañada de sus dos lunas Fobos y Deimos, a esas no las vemos porque en esta escala son demasiado chiquitas pero se encontrarán a 0,30 y 1 centímetro respectivamente de Marte.

Hemos recorrido el llamado Sistema Solar Interior, poblado por planetas que se nos parecen bastante, están formados por rocas y son chiquitos. No nos costó mucho viajar por esta región, vimos que están relativamente cerca unos de otros y al menos en nuestra escala pudimos hacer este viaje caminando. Ahora tendremos que caminar con cuidado de no pisar ningún asteroide de los que se encuentran entre las órbitas de Marte y Júpiter para llegar precisamente a este último, un gigante de 6,5 cm de diámetro (11 veces el de la Tierra) que gira alrededor del Sol a una distancia de 778.000.000 km, perdón, creo que a esta altura ya no nos gustan los números de tantas cifras, sigamos con nuestra escala y Júpiter se encontrara a 350 metros del Sol.

Júpiter tiene muchos satélites naturales o lunas de las cuales las cuatro más grandes pueden verse con un par de binoculares desde la Tierra. En nuestra escala se encuentran de Júpiter a una distancia de 20 cm (Io), 31 cm (Europa), 50 cm Ganímedes y a 88 centímetros Calisto. Para llegar a la luna más distante de todas deberíamos alejarnos 10 metros de Júpiter.

En el Sistema Solar Exterior las distancias se hacen cada vez más grandes, y para ver a Saturno (una esfera de 5,6 centímetros de diámetro) tenemos que alejarnos 650 metros de nuestro Sol. Claro que para ver el más externo de los anillos nos moveremos 21 cm (comparándolo con la distancia de la Luna a la Tierra vemos que es la misma), equivale a decir 38 Tierras una al lado de la otra.

Siguiendo con esta forma tan rápida y llevadera de viajar por el Sistema Solar, que cualquier escritor de ciencia ficción nos envidiaría, llegamos a Urano, otro globo gaseoso esta vez de 2,3 cm de diámetro a 1.400 metros del Sol, a los pies de nuestro emblemático Monumento a la Bandera.

Ya a esta altura de nuestro recorrido, quizás lo mejor sería estar en bicicleta. A Neptuno lo encontramos a 2.100 metros del Sol y es una esfera igual que la de Urano, de unos 2,3 cm de diámetro. Es el último de los planetas del Sistema Solar, como los últimos tres, es gigante, gaseoso, frío y con anillos (aunque hallamos mencionado nada más que los de Saturno) y con gran cantidad de lunas.

Por último visitaremos a Plutón (de 1mm). Ya no lo consideramos un planeta desde que, en 2006, la Unión Astronómica Internacional volvió a definir lo que es uno y esta roca muy alejada del Sol y rodeada de otras similares quedó como un objeto más del Cinturón de Kuiper, una zona, como un segundo cinturón de asteroides, que va desde la órbita de Neptuno hasta los 3.800 metros. Más allá, un disco difuso lleno de otros objetos menores se extenderá, según lo que nos cuentan algunos astrónomos, hasta los 70km de nuestro Sol.

¿Y ahí se termina el Sistema Solar? En realidad no. La nube de Oört, una enorme burbuja que rodea a todo lo que gira en torno a nuestra estrella, de donde vienen la mayoría de los cometas, estaría en esta misma escala, a… ¡12.000 kilómetros de distancia! Sí, muy lejos para lo que ya nos hemos acostumbrado. Entendiendo que las órbitas de todos los planetas están dentro de una misma ciudad, en un radio de 2.100 metros, el límite del Sistema Solar, es decir, donde la gravedad del Sol deja de atraer objetos a su alrededor, estaría al equivalente de la distancia entre Buenos Aires y Madrid.

Espero que esas grandes distancias de millones de kilómetros hayan sido más llevaderas de esta forma, pero tranquilos, en el Sistema Solar de verdad, aún queda lugar para todos.

3. DESCRIPCIÓN DEL SISTEMA SOLAR

En orden al Sol, el primer planeta es Mercurio, uno de los objetos más fríos y más calientes del Sistema Solar. Al no tener una atmósfera importante, la cara que da al Sol levanta unos 400ºC, mientras que la opuesta se sumerge en 180 bajo cero. La ausencia de esa envoltura gaseosa en cantidades importantes también lo deja desprotegido frente a los astros errantes de nuestro sistema. Cualquier objeto que pase cerca, y pasan muchos atraídos por la gravedad de un Sol cercano, chocarán contra su superficie llenándolo de cráteres.

Incluso tiene la cuenca de impacto más grande entre todos los planetas. Una zona de 1600km de diámetro, llena de cráteres, producto de un mismo impacto hace millones de años.

Amasado por la gravedad del Sol, las mareas en Mercurio no influyen sobre el agua, porque no la hay, al menos no en estado líquido, sino sobre la propia corteza dilatándola y contrayéndola cada día unos 4cm. Así este proceso resquebraja toda la superficie y frena a Mercurio. Lo que tarda el planeta en dar una vuelta alrededor de su eje, el día, equivale a 56 días terrestres mientras lo que tarda en darle una vuelta al Sol, su año, es de 88 días de los nuestros. En Mercurio cada 2 años, hay tan sólo tres días.

El siguiente es Venus. Junto con Mercurio, es el otro planeta que se encuentra entre el Sol y la Tierra, por eso, ambos, en el cielo, no se separan demasiado de nuestra estrella por lo que se los ve siempre cerca del amanecer o el atardecer. Venus además es muy brillante, mucho más que cualquier estrella, con un inconfundible resplandor amarillento, es conocido como el lucero.

Venus tiene 70km de nubes que le provocan un elevado efecto invernadero, en Venus, tanto al mediodía como a la medianoche, la temperatura en la superficie es de más de 400ºC. También hay una presión atmosférica 90 veces mayor a la nuestra al nivel del mar, eso significa, que sentiríamos como si tuviéramos 90 personas de nuestro peso sobre nosotros (sonido de Venus)

Tiene dos regiones que se elevan por sobre el terreno circundante: Ishtar Terra, en la región norte del planeta, y Aphrodite Terra, en la parte ecuatorial. Tiene montañas tan altas como el Monte Maxwell de 11 km, y volcanes, presumiblemente activos.

Luego la Tierra, nuestro hogar, una frágil esfera azul y blanca desde el espacio, con detalles marrones, verdes y anaranjados. Es el planeta que más conocemos, desde luego, y desde el que intentamos explorar el resto. Desde aquí, y desde 1957 que lanzamos al primer satélite artificial, nos esforzamos por llegar cada vez más lejos, conocer más, soñando con, algún día, llamar hogar a otros mundos.

Uno de esos mundos es nuestro satélite natural, la Luna. A unos 384.000 kilómetros de distancia, nos da una vuelta en aproximadamente 29 días, iluminándose distintas porciones de su superficie en ese giro, lo que conocemos como las fases de la Luna. Es un lugar inhóspito, polvoriento, algo oscuro, de cielos siempre negros por la falta de una atmósfera que absorba la luz del Sol. Lleno de cráteres, sin esa protección atmosférica, cualquier cuerpo que llegue cerca, caerá a la superficie, golpeándola, y haciendo ese pozo, más o menos circular que llamamos cráter.

Los astronautas que pisaron la Luna en la década del 60 y 70 hablaron de un olor como a pólvora. Parece que ese es el olor de su suelo, una tierra gris oscura, muy fina, como si de azúcar impalpable se tratara. Allí pesaríamos menos, 6 veces menos, cada uno de nuestros pazos nos empujaría hacia arriba en un salto descontrolado. La Tierra, nuestro hogar, siempre estará sobre su horizonte en la cara que nos muestra, mientras que desde su otra mitad, el único paisaje conocido será el de las estrellas distantes.

Otro de esos escenarios de nuestros sueños es Marte, un planeta rojo, cubierto de un suelo rico en óxido de hierro. Cabrían 6 planetas como Marte en la Tierra, es bastante pequeño, pero su superficie está repleta de paisajes maravillosos.

A fines del siglo XIX y principios del XX, astrónomos como Giovanni Schiaparelli o Percival Lowel, creyeron ver en el disco marciano surcos que iban de un extremo al otro del planeta. Los imaginaron como canales construidos por una civilización extraterrestre para llevar agua desde los polos a latitudes más ecuatoriales. En su mayoría, esas marcas eran producto de defectos en sus telescopios y exceso de creatividad en sus interpretaciones, pero dio origen a nuestra idea de los marcianos, y alimentó a la literatura, y luego al cine y la televisión con historias magníficas.

Desde 1976 a la fecha, nueve naves han bajado a la superficie y enviado datos para conocer más sobre Marte. Han recorrido algunos kilómetros, analizado rocas y datos del subsuelo y han medido los parámetros de su atmósfera. La envoltura gaseosa de Marte es del 1% comparada con la terrestre, aún con vientos de 800km por hora, la cantidad de aire que estos tornados transportan es muy poca, pero la suficiente como para golpear los instrumentos de la Perseverance, de NASA y regalarnos este paisaje sonoro de un mundo alienígena (sonido viento marciano - complemento posible).

Marte alguna vez, hace millones de años, tuvo océanos como los nuestros. Hoy, esa agua sólo está bajo la superficie, mucha otra se evaporó y otra quedó concentrada en los casquetes helados de sus polos. El casquete polar norte está formado por agua mayoritariamente. El casquete polar sur está compuesto por hielo de CO2, el hielo seco con el que nos preparaban en helado para llevar a casa en las heladerías unas décadas atrás. También hay ríos secos.

Tiene 2 lunas, Fobos y Deimos, muy pequeñitas, poco luminosas, y extremadamente irregulares.

Luego de pasar por una zona con millones de asteroides, llegamos a Júpiter, el más grande de los planetas, donde todo parece llegar a escalas colosales. Si rellenáramos a Júpiter con planetas Tierra necesitaríamos mil de estas para alcanzar su volumen. Su campo magnético es una de las estructuras más grandes del Sistema Solar, cruzando incluso la órbita del planeta que le sigue Saturno (sonido Júpiter)

Tiene cerca de 100 lunas, entre ellas, una que es más grande que el planeta Mercurio y un huracán, más grande que todo nuestro planeta, que gira en su atmósfera desde antes que pudiéramos verlo, hace 400 años, con nuestros primeros telescopios.

Luego llegaremos a Saturno, fácil de distinguir por sus brillantes anillos. Júpiter, Urano y Neptuno también los tienen pero son menos brillantes y extensos y difíciles de distinguir desde donde estamos. Los anillos de Saturno ocuparían toda la distancia de la Tierra a la Luna, lo forman millones de fragmentos rocosos, helados, y polvo, en ellos hay olas y pequeñas lunas dentro que mantienen todo en su curso como pastores con sus ovejas (sonido Saturno)

Saturno tiene cerca de 150 lunas, y un segundo anillo sólo visible en infrarrojo, invisible a nuestros ojos, en el borde de todo el sistema.

Luego vendrán Urano y Neptuno, también gigantes, pero no tanto, también con una gran cantidad de lunas, pero menos que las de los dos anteriores, con anillos débiles y atmósferas con menos detalles observables. Será el límite de los ocho planetas que hoy reconocemos como tales.

Más allá, distintas zonas de asteroides y cometas ocuparán extensiones tan grandes, como pequeñas serán las cantidades de cuerpos que las pueblen en comparación.

3.1. MARTE EXTENSIÓN

Marte tiene a la montaña más grande de todo el Sistema Solar, el Monte Olympo, de unos 26km de altura, unas 3 veces más alto que el Everest. Ocupa una base del tamaño de la Patagonia, es tan extenso, incluso en la cima, que un hipotético escalador que hiciera cumbre allí no podría ver el terreno alrededor de la montaña y sentiría estar parado sobre una plataforma en el espacio. Cerca de allí hay otras tres montañas, son volcanes extintos, cualquiera de ellos más alto que cualquiera de los terrestres. No muy lejos, un cañón glaciar tan extraordinariamente grande que puede verse con un pequeño telescopio desde la Tierra. El Valle Marineris tiene 4500km de longitud, más que todo Argentina de norte a sur, 200 km de ancho y hasta 11 km de profundidad conforman esta cicatriz que tiene el planeta rojo en su ecuador, y que cubre un cuarto de la circunferencia del planeta.

4. EL SISTEMA SOLAR EN LA GALAXIA Y MÁS ALLÁ

El Sistema Solar representa sólo una estrella, con su corte de planetas y objetos menores, entre 400.000 millones de estrellas que tiene nuestra galaxia. Nuestra galaxia, la Vía Láctea, tiene forma de espiral barrada, es decir, la forman un núcleo más o menos esférico en el centro y brazos curvos que salen desde una barra de polvo que lo atraviesa. Es relativamente chata, si volviendo a nuestros juegos la achicáramos a un disco de 100 metros de diámetro, no se separaría más de 70 cm del suelo y todo nuestro Sistema Solar ocuparía tan sólo un milímetro de esa hectárea.

Desde la Tierra vemos el brazo contiguo al que ocupamos en ese enmarañado de estrellas. La Vía Láctea, como también lo llamamos, es una faja que cruza el cielo austral, en invierno, una zona algo borrosa, compuesta de gas, polvo y estrellas.

Más allá de la Vía Láctea encontraremos en el Universo miles de millones de galaxias, cada una con cientos de miles de millones de estrellas, un Universo enorme en el que un planeta se forma por segundo, un escenario donde quizás algún día la vida se desarrolle como hace millones de años en el nuestro, y ahora otro planeta, y otro… y otro.


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